el paraguas no pudo haber llegado solo a
la puerta de esa casa.
por fuerza lo debió dejar allí una señora.
nunca un niño.
ellos no le temen a los ataques de tos
ni a la pulmonía.
apenas sí a alguna sombra vascular 
al traqueteo de alguna tumba 
hay niños -por ejemplo- que mueren de
miedo ante un ejercicio de álgebra.
pudo, sí, haber sido un señor.
aunque el paraguas tiene pintas rojas.
intempestivamente una mano se asoma y lo 
toma de los cabellos 
y la puerta vuelve a cerrarse.
con esta lluvia de mayo, a esta hora sin pájaros,
a quién se le ocurre. un penúltimo cigarrillo me
hace notar que debo volver a
cruzar la ruta/

No hay comentarios:

Publicar un comentario