salíamos al recreo como si nos hubieran abierto
las rejas de un internado.
atropellados sudorosos gritones jilgueros
no dábamos paso ni al grito pundonoroso de
la señora directora que tenía unos anteojos
más gruesos que el uno rojo en los exámenes de
matemáticas.
y allí estaba
elegante altivo inmaculado silencioso y nuestro
el árbol de moras.
sucedía que el muy venerado nacía en sus raíces
en la casa del vecino
sucedía que nos tenían prohibido subir a los tapiales
y trepar luego a los ramajes del dadivoso árbol,
entonces subíamos cuatro y otros cuatro hacían de campana.
el grito de guerra era "guarda que viene el monstruo"
entonces bajábamos con las bocas llenas de la sangre
vampira de esas frutas del demonio.
cuando volvía a tocar el timbre que anunciaba el
regreso a la sala de disección de la alegría,
era muy sencillo que la señorita encontrase a los culpables.
allí estaban los bigotes insoslayables de las moras.
los más pícaros nos las guardábamos en los bolsillos
para comerlas de a una entre sumas y restas y multiplicaciones.
claro que el guardapolvo llegaba a casa morado de angustia
entonces mamá sonreía porque sabía que uno
cedía con docilidad al encanto del vampiro/

No hay comentarios:

Publicar un comentario