éramos en la noche
dos almas, dos sapos apenas, dos estatuas,
mirando la cremallera azul del infinito.
de pronto alguna estrella pasaba desnuda
y sin pudor dejaba
sobre tu frente
una gramática silenciosa y dorada de
placeres cósmicos.
éramos en sí la noche
la luna un ánfora tallada por los dioses
grité tu nombre y entonces
un eco gracioso arrojó sobre la arena 
una lengua hecha de signos musicales,
de animales que huían del fuego.
miré tus ojos y allí estaban 
los océanos del mundo, los pájaros de la tierra/

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