andaba la tortuga Morrocoy
por el claro de un bosque americano
un llanero bajó de su caballo
y decidió que sería bueno
suplir el arroz cotidiano
por la leve carne de la tortuga Morrocoy.
en bolsa arpillera la subió al ico ico
y la llevó tan lejos pero tan lejos
que el paisaje se volvió de pronto
sombra y diabetes de sombras y árboles
que eran como paraguas hechos de
raíces de escarabajos y de más sombras.
en ronda, fogón, otros llaneros.
fatigados por las horas de trabajo
que son iguales a las horas que dura el día
alegres de aguardiente y de vino y de
descanso raro, olvidaron la arpillera 
y la Morrocoy asomó la cabeza y respiró la
noche y decidió no ser alimento de los
que trabajan la tierra de los otros
yo qué culpa tengo habrá dicho la tortuguita
y despacio, como quien no quiere la cosa,
con ahínco y paciencia y ojos de abuela
desanduvo durante semanas
los pastizales, los arroyos, los paisajes ajenos
hasta que por fin al alba de un día extraordinario
volvió al claro del bosque americano  
donde pasa sus días y sus noches
recordando cosas de tortugas, de soledades
de lenguas que hurgan en la hoja roja del tiempo/

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