la fotografía de mi padre/

miro
en un portaretrato
a mi padre que sonríe.

cuando aún no estaba viejo
y los riñones estaban de su lado.

cuando aún no estaba viejo
y el estúpido colon
no se había hecho el cáncer
todavía.

cuando la nona
iba y venía con el changuito
hasta la calle Brandsen.
y traía la Coca Cola más grande
y las mejillas más rojas
y los ojos más azules.

Pochi de pie entre dos jaulas
que aún no estaban vacías
(Pochi le silbaba todos los días al canario
y el canario le devolvía el pío pío)

había que ponerles alpiste
y cambiarles a diario el agua
cuidando que los pájaros
no quisieran ganarse el cielo.
(cuando la nona murió Pochi les abrió la puerta
y les dijo adiós con la mano)

en ese mismo patio
donde Pochi posaba para mi cámara
(fue un regalo de mamá a mis 14 años)
una montaña de arena existía junto al paredón:
yo dejaba allí enterradas
las cucharas con que hacía
los túneles para mis soldados,
el castillo para Skeletor.

Pochi sonríe todalvía
apoyado de espaldas
en el viejo patio de Ramos Mejía
sobre la cal que tiñe los ladrillos.

sonríe todavía
con la camisa azul de colectivero
con los  primeros botones desabrochados
con las manos en los bolsillos
con algunas canas en el cabello
y con los ojos sin tiempo, sin muerte, sin mi rabia.

en aquella casa de la calle Argentina
Pochi, la Nona y yo estamos todavía pinchando las tostadas
con el tenedor y echándole luego sobre la manteca el azúcar,
qué sabrá la ingrata muerte
de vidas que no mueren
de amores que sobreviven en la lluvia/

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