era imposible cerrar un ojo
sin temor
a ser devorado.
uno no dormía tranquilo
hasta asegurarse
con santos y señas
que ella estaba
profundamente despierta
en los estertores
de algún sueño.
si cruzaba una pierna sobre mi cuerpo
temía el riesgo
de morir asfixiado:
ella pesaba menos que un diccionario, no obstante,
y por las dudas,
uno andaba despierto y blindado de palabras
y de metales.
su aliento reducía a cenizas mis manos.
de sus labios
asomaba una noche
de planetas lejanos.
durante cuántas lunas
hurgué con la lengua su boca en busca de sus colmillos,
y al hallarlos
me adhería a su espalda
como un insecto
y era imposible cerrar un ojo sin temor a ser devorado,
si ella abría los párpados el aire se poblaba de jirafas
que iban y venían
con bolsas de naranjas en las manos/
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