ejercer el pleno derecho a la melancolía.
otros no tienen ciertamente qué comer
qué dormir
qué soñar
pero quiero declarar que uno
aunque tenga todos sus dientes en su lugar
aunque tenga pan que morder
aunque goce de lecho tibio donde tirar de noche los huesos
uno aunque sea un burgués consumado
y posea su propia biblioteca
y sus albricias de pájaros que mordisquean el cielo
uno tiene, por acción y gracia del espíritu santo,
uno tiene el pleno derecho cívico
de ejercer, como mejor le quepa, su melancolía.
la alegría es una lamparita intermitente.
una luz de giro que a veces hay que golpear para que funcione/

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