la lluvia es un prolegómeno de la memoria.
andan bajo el día pares de enamorados que son el
epílogo sustancial de la alegría.
y qué lindo verlos ocupar con sus raquíticos cuerpos
el largo y ancho de todas las plazas.
no pueden aunque quisieran dejar
espacio para el vendedor de pochoclos
que tiene que estar empujándolos para pasar con
su carrito porque vencen los impuestos y hay que
pagar en efectivo y todas esas cosas del mundo y
sus containers. pero qué importa piensan los enamorados
que viven a cebolla y ajo y un tarrito de agua
de lluvia. y qué lindo, pienso, verlos devorando el paisaje
como si fueran jabalíes que desconocen las
palabras adivederci y hasta pronto. una hoja de
árbol puede ser más trascendente que un tratado de
cetología. y ahí, como toda prueba, los enamorados
que hacen nido en cada palabra, que contestan pío pío
cuando uno les pregunta la hora/


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