imperceptiblemente nos abandonan las puertas
nos dejan las lunas, las llaves, dejamos de ver caracoles
volteamos el rostro y el salón antes armado para la fiesta
está vacío, las sillas echadas al suelo, las copas caídas
la propia cara va perdiendo su mueca en el espejo
ciertas palabras ya no salen de la boca
se habrán deshecho en polvo silencioso, etéreo
la mano que acercaba la pulcra camisa ya no está
ni están tampoco junto a la cama las pantuflas
que se arrastraban dejando corolas de luz por la casa
sin darnos cuenta un día abrimos el abrevadero de gente
y solo sale arena de los grifos, pelusas o tuercas oxidadas
las canciones se quedan sin artificio de sonar y se evaporan
imperceptiblemente hemos sido abandonados
una mano, que tal vez sea nuestra, cierra lentamente la puerta
dejando tras los grises ventanales una vaga y metódica figura
que, tal vez, sea uno mismo mirándose partir/

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