almanaques urdidos en la espuma
quién de los dos ha detenido 
el rictus doloroso, la averiada carcasa de nuez
que fue el corazón 
por razones que desconocíamos o vértices
donde la ausencia, bruñida huella que arde,
se te queda entre los dientes
o permanece innombrable
fugitiva
gota por gota ese camino de la literatura
era una calavera el polvo taciturno en que estaba
rayando la madera con que la noche perdía en mis ojos
sus deleznables partidos de dados
bajo una ventana apenas corrompida
por la lengua azul de una vela 
quién de vos prestó 
una cronología de mujer a mi alma  
sea dulcemente elegíaca la pantalla gris donde te prescindo
donde te huyo hecho de sombras empapadas de sol
alguien deberá responder ante tanta calamidad de pluma
en la penúltima fila enajenaba su furia la paloma/

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