cuando entramos a la casa
y dejás sobre la mesa 
las bolsas del supermercado
una extraña concavidad se abre
entre mi séptima y quinta costilla
asoma su cabeza una iguana
un monstruo de quince estaciones
una camisa hecha de lentitudes y resacas
detallados prolegómenos de la alegría
puerto que apenas sorbe el sol estalla
claro
hay que guardar la mercadería
entonces tus dedos aprietan 
el gozne violáceo del puré de tomate
o el diamante gris de una botella
o la arteria grana de la bandeja de carne
y sí
debo ayudarte
porque estás yendo y viniendo de la despensa
al living
y abrís la boca y algo azul marino sale a buscarme
creo que estás enfadándote un poco
deberé sacar las manos de los bolsillos
y prestar atención a tu boca, esa pupila de agua,
pero entonces la lengua que mueve sílabas y ríos
está allí de pronto asomándose, sonríe esa niña roja,
y ya no sé de dónde es que vinimos
y las bolsas del supermercado me parecen olas amarillas
y rueda de un puntapié involuntario una naranja
tus ojos, arroró de arena, violentas mariposas enajenadas,
pero entro en tu boca, dan de frente al piso los lácteos,
se demora en tu lengua esta adversa densidad
con que me nombran las piedras y las ansias 
tu cuerpo semejando una ciudad abierta
y perfumada, una mesa, una persiana cayendo
mis ojos desordenando 
esta réplica exacta del cielo, se queja 
bajo mis pies un paquete verde de fideos/ 

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