detenerse a contemplar una flor
una humilde flor
pongamos por caso
una margarita que oscila
junto al delgado cuerpo de un arrollo
sentarse allí
junto a ella
decirle que estamos alegres porque
en el último recibo de haberes
recibimos un incremento nada desdeñable
gracias a los diez años
que venimos transitando en la docencia
no esperar -como es lógico-
una respuesta
sino un silencio de siglos
del siglo de las flores humildes
que escuchan sin aburrirse ni romperse
las quejas o dichas humanas
mirarse las manos
que ya no son las de un niño
y que pronto tampoco serán las de un joven
pero son nuestras esas manos
con ellas hemos tocado la espalda
de alguna mujer que nos ha dado la alegría
de unos cuantos años de amor y de esperanza
de humo de cigarro, de besos furtivos,
con esas nuestras manos hemos sostenido el
libro de poemas que subrayamos
en aquel viaje largo en aquel tren ya desdibujado
por los años, por la lluvia, por los olvidos.
detenerse a contemplar una flor
una humilde flor
un día cualquiera y en cualquier camino/

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