creí en la Literatura como si de Dios mismo se tratase.
luego creí en Dios como si de la mujer antorcha se tratase.
más tarde supe que la mujer antorcha era un fraude,
un invento de los Monjes Saravis para doblegar a los fieles,
entonces renegué de Dios y de la Literatura y de los Monjes
y de la antorcha, mas no de la mujer.
ahora creo en la mujer a secas como si de un río matemático se tratase
como si de un campo abarrotado de girasoles se tratase
como si se tratase de mi madre y de mi padre y de mis amigos muertos
y de todo el sepelio de flores fagocitadas por la tormenta
y todo el perfume de las piedras acariciadas por el sol,
creo en esa mujer a secas y a mojadas y en la calle donde un día
me encontré una moneda con la efigie de Juan Domingo Perón/

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