me imagino la mente de mi amigo
como la de un exterminador.
si contemplásemos el mismo paisaje
seguramente él vería cosas que a mí me resultarían
imposibles de ver, como invisibles,
yo me entrego como un gato a la realidad
la observo pero no sé si pienso algo
y si pienso no le pongo palabras al pensamiento,
lo dejo así, capaz que algo de casualidad sale,
pero mi amigo no, él esta todo el tiempo fabricando símbolos,
es algo así como un semiólogo de sueños, de realidades.
lo que él no sabe
es que cuando está pensando
yo me imagino los engranajes espectaculares de su cabeza
imagino tuercas, poleas, andamios metálicos que suben y bajan,
y de pronto quedo fascinado ante la palabra,
algún leviatán antediluviano sale de su esófago al mundo
y ensaya una voz tan poderosa, dulce, filosa
que uno no puede sino hacer silencio y disfrutar.
cuando yo miro la luna, la miro en el tiempo.
sé que cuando él mira la luna, está desarmándola, revisándola,
justificando de algún modo maravilloso su belleza.
me imagino la mente de mi amigo como una especie de bicicletería
donde uno puede detenerse a revisar la cadena, tomarse unos mates
y volver a la ruta con la certeza de que todo marchará bien.

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