me encontré una mano
cuando iba a la escuela
estaba al costado del cordón de la
vereda, tenía anillos de plata en
el índice y el anular,
la guardé en mi bolso
y estuvo allí todo el tiempo, cuando
sonó el timbre del recreo
la solté en el patio junto al
árbol
de cerezos y me senté a esperar
a ver qué sucedía
como una araña loca o asustada
trepó hacia una rama que se elevaba al
cielo y allí se quedó casi toda la
semana, del kiosco le llevé caramelos y
un Baggio de manzana, me levantó el pulgar
agradecida,
yo le sonreí y devolví el gesto,
después del fin de semana
no volví a verla,
me encontré una mano
que ahora, tal vez, ande perdida
o esté rumbo al norte
a la casa de alguien
quizá pueda contar los amigos
con los dedos,
que no es poca cosa/

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