dejaron sobre la mesa
una grabadora
vasos con ron
un cenicero que Lydia Monferni trajo de Perú
un atado de Benson por la mitad
se dieron un abrazo
al hacerlo taparon un desnudo de Modigliani
la bitácora olía a cedrón
la conversación debió haber comenzado
no más allá de la prudente hora del crepúsculo
y se extendió un poco más allá de
las primeras dos horas del siguiente día
uno de ellos bostezó involuntariamente
el otro comprendió que por esa vez bastaba
la despedida volvió a cubrir el cuadro
que mostraba una mujer de grandes ojos
probablemente una modelo florentina
el sexagenario subió las escaleras
tocó el lomo de un gato
se dejó el cuerpo allí en la oscuridad
el otro fue clavando en las calles
zapatos negros
una palabra le recorría vana la memoria/

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