Decálogo del buen poeta que pretende conservar 
amigos influyentes en el mundillo literario
y una imagen sacro-santa de sus propios huesos:

primero: no subir jamás poesía a facebook.
a facebook solo suben su poesía los malos poetas.

segundo: sí subir poesías a un blog.
un blog es bueno.
no da cursi.

tercero: no leer en cualquier lado.
hay que cuidarse de las malas compañías.

cuarto: no escribir jamás un prólogo a un poeta malo.
eso resta imagen.

quinto: lamer de principio a fin los mocasines
del poeta tocado por la varita de los suplementos literarios
de los periódicos trascendentes del Río de la Plata.

sexto: presentar los libros en lugares adecuados.
con excelsa seriedad, un peinado acorde al evento,
y un silencio que denote lucidez y un gran cerebro.

séptimo: estar al corriente de lo que ocurre en
el campo literario. tener siempre a mano un amigo que sea
amigo de otro amigo del amigo de un amigo que ganó
un certamen literario.

octavo: correr como un can obediente
-preferentemente con la lengua fuera-
detrás de todos los concursos literarios
que las grandes editoriales proponen.

noveno: escribir relativamente poco.
eso denota que detrás de cada obra hubo trabajo
hubo sudor, lágrimas, cerebelo a todo volumen.

décimo: escribir mirando siempre pero siempre
con el rabillo del ojo al crítico literario de turno.
de ser posible enviarle al mismo huevos de chocolate
para pascuas.

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