de cómo las colas bancarias son verdaderas
cátedras de sociología general/

hacía horas que estaba
haciendo fila en el Banco
para cobrar mi magro sueldo de docente.
leí un libro
avanzaba tres pasos cada 40 minutos.
el calor de las estufas
el frío del otoño
los muñecos de plástico que somos dentro
de esos rinocerontes mecánicos.

mas no fue vana mi espera
que asiste sin inscripción ni matrícula
a una clase teórica de sociología
a cargo de tres venerables mujeres de clase media:
una señora de 60
una morocha de 40
una castaña de 30,
o así me lo figuro yo que sumaban sus edades.

"el otro día
estaba en la plaza
se acerca un niño
me pide monedas
le digo no
porque son para tu padre
que irá al kiosco a comprarse
cigarrillos y vino"

así decían las catedráticas de la modernidad.
asentaban con sus cabezas
muequeaban con la boca
palabras que confirmaban su desazón.

y así seguían:

"y yo?
hace un tiempo
le compré un alfajor a un chico
porque tampoco doy monedas
porque la gastan en drogas
y a que no saben lo que hizo?
le dio un mordisco y lo arrojó a la calle
´no me gusta´ me dijo... les parece?
eso no es hambre
es andar pidiendo por pedir"

"sí, coincido plenamente"

"qué barbaridad"

yo intentaba concentrarme en mi libro.
respirar profundo el aire sulfúrico del Banco,
pensar el contorno de un pájaro
es una terapia que me resulta -en esos casos-
eficaz.

faltaba la frutilla de la torta.
y pusieron a la torta la frutilla.
esta es la frutilla:

"miren, por algo siempre existieron los pobres,
si no se esfuerzan una no tiene la culpa."

no, no, Lector Desorientado, todavía hay más.

una de ellas -la morocha de 40- como buena gourmet
le echó crema a la frutilla.
esta es la crema:

"acá hace falta mano dura... (bajando un tono la voz,
aunque no por pudor... yo creo más bien por delicia)
a los que piden habría que meterlos presos
porque siempre terminan robando,
pero cuando salen, salen más delincuentes,
habría que matarlos"

a esa altura debí imaginarme el contorno de toda una bandada
de hermosos pájaros azules
rompiendo las sombras de los cielos.

desesperanza, eso.

sin embargo, como todo en el mundo, tiene su contraste.
del otro lado del vidrio
sentada en la vereda
alguien leía un libro de Galeano.
sonreí.
eso, me sonreí.


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