ya van cinco muertos
esperarán cinco más
y por qué no a otros cinco
ya serían 15
valdría ya la pena
mover el oso pesado de la poesía
despertarlo de su letargo
golpearle un ojo con un hueso
ya van cinco los muertos
y serán tantos los muertos
que el oso perezoso de la poesía
no tendrá más remedio
que abrir los ojos
dejar su invernadero
sus pantuflas rosas
el árbol donde se rasca la espalda
la casa donde tiene sus diplomas
y empezar a caminar entre signos de admiración
poniendo una pata aquí otra pata allá
y ensuciarse el hocico en el barro
porque quien anda muy pulcro
suele no andar en la tierra/

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