un toro verde huele el picaporte de una puerta
entorna los ojos porque necesita una imagen,
una mano que le toque las vísceras
una mano que empareje sus huesos quebrados por la luna
por la lluvia
por el eléctrico color de los damascos, deviene en hombre
el toro verde, le crecen manos y boca y sexo y ojos de hombre,
avanza con laxitud de oruga, con invernadero de rosa,
pisa la dura tierra de las linternas oxidadas
el vergel sintáctico de la palabra muda.
en su mano lleva, a modo de crucifijo, un viejo picaporte.
se detiene, lo mira extrañado, lo alza, lo huele, peor para él:
reconoce de pronto la casa, recuerda súbitamente el rostro
de una mujer, aprieta fuerte el picaporte y lo arroja al universo
a las estrellas.
en la vastedad del cosmos una puerta habrá y una llave/

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