supongamos que sí
que la uña afilada de Dios escarba el alma del hombre.
supongamos que exista algo llamado alma
demos por verdadero el silogismo hombre,
si no es el ojo crucificado de una vaca entonces
que sea al menos su sombra la que materialice tu alegría.
supongamos que sí
que Dios y el alma y el hombre y la nomenclatura absurda de
los iones con que presta la lluvia sacude escaparates taciturnos
donde la realidad expone, diamantina y soberbia, sus
mercancías de antojos, las invulnerables abejas ríen
toda mi osamenta ríe:
no siempre ilumina la luz que supo una vez temblar sin sonrojarse/

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