le alucinaban los cubanitos helados.
hacia fila, como una nena,
en el carrito del parque.

y se daba vuelta
de vez en cuando
para mirarme

y entonces uno comprendía porqué
los gorriones huyen de las fuentes de agua
y cómo es que no se cansan de tocar la lluvia
los paraguas.

lo más lindo de todo el asunto
es que nunca se terminaba el cubanito,
"qué me importa" contestaba
si uno le hacía ver
esa costumbre gastronómica inconclusa.

después se iba
no recuerdo si dando saltos
si trepándose por el paisaje
o si sencillamente abría los brazos y volaba,
por supuesto sin dirección alguna
cosa de que uno se aferrara temeroso a la Tierra.

si ella decía sol yo decía tormenta.
si yo quería monopatín ella bicicleta.

no era una mujer
eso lo supe siempre.

era un pájaro, una giganta,
yo era el niño con escalera/






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