voy a decir tu nombre por toda metáfora,
voy a masticar tu nombre hasta llegar al hueso,
como animal avariento haré un pozo con mis manos
un pozo en la tierra
y arrojaré allí ese hueso; lo protegeré noche y día,
con la lengua babosa veré pasar las nubes
beberé el agua de lluvia
comeré las flores que crezcan alrededor
dientes de león, panaderos, guirnaldas patagónicas;
más temprano que tarde germinará tu hueso
es decir que crecerán de tu nombre descarnado
raíces violentas que buscarán como serpientes silenciosas
el seno profundo del humus terráqueo,
orinaré sobre esa tierra para que huela solo a mí tu nuevo árbol
pronto un talle, luego una ramita, más tarde algún color,
yo estaré barbudo harapiento lleno de colibríes en la espalda
cayos en los dedos de los pies pero estaré allí
imperturbable junto al árbol que planté con mis propias tormentas
y crecerá más alto que los lenguajes del mundo
y serás entonces sí, para siempre, mi remanso/

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