para esta mujer se hicieron los relojes
se inventaron los correos y las casas de moneda
se crearon las bibliotecas y los acantilados
y se dejó caer sobre los puertos el viento
la espuma pecosa, la glándula sucia y luminosa
del alba, para esta mujer clara como un gatillo
se dibujaron en las ventanas esqueletos que ríen
de la muerte, se colocaron carteles que anuncian
el nombre del país y el sabor de la llovizna,
para esta mujer de boca baldía y manos de cigarra
se inventaron los caminos y los paracaídas,
si uno mete la nariz en sus bolsillos
el banco de una plaza cualquiera saldrá corriendo
en plena noche, buscando a tientas una bota
o el dedo meñique con que la alegría señala
en medio del otoño la boca azul donde el dolor
ya no será bienvenido/

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