Acerca de la venta de la poesía en la calle o cómo no morir en el intento ...

Hoy salí de trabajar en la escuela a las 14 horas, 7 horas seguidas, cortadas por cuatro recreos de 10 minutos cada uno; leyendo Frankenstein en un curso y La niebla en el otro; gracias a Dios, amo lo que hago. Luego me tomé el colectivo, me bajé en una plaza, encendí un cigarrilo y me leí 2 capítulos de El exorcista de William Blatty, el sol anduvo bravo hoy en La Plata. No había mucha gente dando vueltas. A eso de las tres de la tarde, sentado en el banquito de la plaza, me quité la remera de profesor y me puse la musculosa azul, de poeta. Me ajusté una boinita gris -estilo Pablo Neruda- que me regaló mi mamá allá por 1999, cuando recién empezaba la carrera de letras y aún el mundo era maravilloso. La poesía le da muchas cosas al poeta, pero demanda... demanda mucho, no es una amante que satisfaga y ya... te hace pensar en ella todo el tiempo, casi todo el día, a riesgo de irse con el primer paparulo y hacerle escribir el poema de su vida. Alrededor de las 3 de la tarde, con mi mochila a cuestas y unos cuantos libros de poesía en las manos comencé a caminar por diferentes plazas. Como ya dije: mucho calor, poca gente. Pero los libros no pueden vegetar en mi casa, siento culpa al verlos acá, arriba de la mesa, "y Peredito... pensás comernos o nos vas a salir a vender?" parecen decirme cada vez que los corro de lugar para escribir, comer o leer. Entonces, cuando recuerdo sus reproches reprimo inmediatamente las ganas de volverme a mi casa a tomar mate o dormir la siesta o leer algún librito siempre a mano de mi biblioteca. "Buenas tardes, qué tal, te comento, son libros de poesía que escribí yo, los edité y los estoy vendiendo por distintas ciudades de la provincia, están interiormente ilustrados por mi hija y las tapas son pinturas que realizó mi mamá, salvo la tapa de Subite que es una fotografía de la Estación de Bahía Blanca... te los dejo, en unos minutitos paso y si de pronto te gustase alguno... gracias" esto es exactamente lo que le digo a la gente cuando me arrodillo sobre la tierra para ofrecerle mis libros. Cuántas veces debo decir esa frase por día? 200, 300 veces... a lo mejor. Y cuando regreso algunos te compran entonces sentís una satisfacción enorme porque de pronto la cerveza que te vas a tomar, la carne que vas a morder, la boleta de luz que vas a pagar son satisfechos con el producto de lo que uno ama: la poesía. La venta de libros de poesía. Pero claro, son los menos. La mayoría te dicen "no gracias, Flaco, no leo poesía, no tenés cuentos?" como si uno fuese una biblioteca ambulante... bueno, de algún modo lo soy. Otros te dicen "están buenas las poesías eh... lo que pasa es que no tengo un mango, viste...", también están los que declaman un simple y estratégico "no, gracias". Y cuando pasan los minutos, pasan y pasan y tic tac y tic tac y tic tac, y andás caminando bajo el rayo del sol con las manos transpiradas y los libros sin vender te dan ganas de tirar todo al diablo, tomarte el colectivo de regreso a casa, quedarte en calzoncillos, abrir un cerveza y mirar cómo el cielo está cada vez más pájaro. Es duro caminar y caminar y caminar como si uno fuera Kung Fu, o El pistolero de King. Ciertamente te dan ganas de gritar "hey, mundo, comprame estos libros porque necesito dinero y estoy cansado y quiero irme a casa". Es en ese entonces, cuando mi otro yo, mi otro León Peredo se me para delante y me dice: "así que la niña está cansada, eh... así que al poeta le gusta escribir pero lo fatiga la calle... mirame a los ojos pendejo, mirame cuando te hablo... vos -muy a pesar tuyo y sin siquiera merecerlo- sos poeta, no sos arquitecto, ni un genio del software ni delantero de Boca Juniors, tenés que ganarte la condenada vida con lo único que sabés producir, vos producís poesía? ... bueno, tenés que vivir de eso, porque el arquitecto vive de hacer casas, el poeta debe vivir de vender sus libros..." y sí, es bravo mi otro yo. Entonces, me enciendo un cigarrillo, miro el mundo y lo camino, y lo indago, y si caigo sigo porque nadie en el universo va a venir a hacerse cargo de mí. Hoy estuve 6 horas caminando, vendí a penas y apenas 16 libros. No importa. Ya sumé 1197 libros vendidos en el año y, si el cuerpo me da, esto, esto, recién empieza. Gracias, muchas gracias.



















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