cuando ella se fue
sin dejar carta
sin dejar lágrima alguna sobre el puesto de diarios
llevándose todos sus vestidos
todas sus pelucas
todos sus dromedarios a otra ciudad menos violenta
cuando ella se fue
tocando una gaita naranja percudida de adioses gastados
caminando lento como una fotografía mutante y grisácea
él se miró las manos
se miró el ombligo y descubrió que era un hoyo hipodérmico
y estrafalario
se miró los dientes frente al espejo
se miró los pies frente a los zapatos
tiró una sonrisa que volvió a su boca en una mueca boomerang de tristeza
se compró una máquina de deshacer recuerdos
y desde entonces su memoria almacena latas de arvejas
pan duro que nadie se ha atrevido a masticar/

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