la poesía es una máquina de pájaros
basta girar la manivela un par de veces
para que el primero de los píos haga su aparición
asomando una cabeza menuda y emplumada
acompañada de un par de ojos aún cerrados
luego un segundo pájaro y luego un tercero
y así infinitos pájaros cayendo como fideos frescos
de la maquinaria sentimental del poema
entonces la habitación llena de pájaros
que comienzan a abrir sus picos
y chitan y rechitan en todos los rincones
se golpean el lomo contra el cielorraso
y ya no es posible continuar trabajando
porque los pájaros tienen su olor
que es fuerte y dulce, pero ocre y denso
ahí la máquina se detiene, cobra un descanso,
enciendo una pipa pequeña que me obsequió mi padre
y abriendo la ventana dejo escapar los pájaros
que salen con gran algarabía a chocarse con el cielo
y yo los miro y pienso que así debe ser lo que siento
más o menos expresado cuando veo el cuerpo desnudo
y casi transparente, de piedra o de papel o de tijera,
de la mujer que fabrica en mi corazón la pólvora
con que alimento la máquina de la poesía/

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