las palabras cuando nos pesan
y se nos hace condenadamente eterna la llovizna
y nos duelen en las manos los picaportes
y el paisaje, tras la ventana abierta, se nos cauteriza
en los ojos, quiero decir que cuando un simple sombrero
o una boina de lana nos aplasta contra la tierra
y no tenemos otra aurora que la sombra que proyectamos
sobre los azulejos de la cocina
solamente el amor nos besará los labios
y seremos espantapájaros, quizá, o apenas algún cardumen
sintiendo en el anzuelo una vaga alegría
de mercenarios/
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