el hombre vino desde tan lejos
sus pies olían a vinagre y ajo
una jauría lo acompañó por los senderos
donde los pájaros doblan
el anís de los amantes
traía manos el hombre
manos sin guantes
ojos traía
ojos sin mirada
corazón en su pecho traía
mordido por los peces del Río Bravo
y se sentó a descansar sobre una piedra
una piedra doméstica y blanca
no buscaba, dicen, oro
ni fama 
ni prostíbulos donde le adobasen 
con rouge su largo y místico silencio
el hombre no traía rostro
ni voz
ni dinero
andaba casi desnudo de cabezas a pies
llevaba solo un relicario
y en el relicario una sonrisa
y en la sonrisa, dicen, una mujer 
y en la mujer un cielo que no alcanzaba a velarlo/

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