qué nos hace pensar
que el dolor es de los otros?
rechazamos, con asco y miedo, la falange dura
con que nos señalan los personeros de los días aciagos
los militantes fantasmales de las memorias suicidas.
el dolor, como la mano abierta de una madre,
nos acaricia la cabeza con dedos temblorosos 
y bajo sus uñas crecidas en los acantilados de la noche
se pueden ver los restos de amores y de amistades;
el dolor es nuestro, siempre es nuestro,
podemos combatirlo como a un mal olor
como al ladrido apestoso que hacen los viejos hoteles
a la hora en que los ángeles huyen, temerosos, de la tierra
pero el dolor es el jugo que se nos sirve
en una cuenca de plata que lleva grabada con sangre
nuestros nombres/

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