en el bosque platense
hay un lago
donde los fines de semana
se pueden alquilar botecitos 
y bicicletas para agua
y alimentar a los patos
con galletitas dulces
y mirar los árboles que dejan
sus raíces andar bajo la tierra
que está llena de memorias
que son como llaves
que tocan las cosas del mundo
los pies de los niños
cuando bajan de la hamaca
y traen voces
y rostros que no cejan con el tiempo
y nombres que tienen olor a quinotos 
y edificios que deambulan por ciudades
y ciudades que cepillan sus dientes
contra la viejas cerdas de la aurora
y reciben el aliento matemático de los ríos
y alegran todo insecto y toda piedra
lo que sucede a las sombras en egipto
se repite con las aguas de ese lago
que en el bosque platense se atribuye
la gracia ferviente de los pájaros
el crujido que en la boca de los patos
hacen los culitos de pan cuando mastican/  

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