hablan acaloradamente de Lautréamont
mientras afuera los hombres caballo 
derraman perfumes que huelen a uva
mientras la noche abre su madriguera
de estrellas frías y sonidos lejanos
mientras los negros ciervos del viento
corren asustados doblando las espaldas
ellos, tomados de la mano, con náuseas 
de una alegría recóndita en los ojos
hablan acaloradamente de Lautréamont
mientras afuera las últimas heridas
de un algodón crepuscular se desmontan
y las calles pareciesen erguirse 
y andar ebrias a los codazos bajo la noche
mientras la Noche de los Humanos 
gira dejando sus barbas grises sobre las mesas 
ellos, a cada beso panzudo, hablan de Lautréamont
y en las encías de ambos gritan ciudades enteras/ 

  

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