Adelanto de mi tercera novela POR NADA DEL MUNDO, prontito la termino!


Capítulo Veinticinco/
El café estaba sobre la mesa, a su costado dos medialunas dulces. Del otro lado de la ventana las vacas y las ovejas estaban echadas sobre la llanura. Mientras desayunaba leía Patty Diphusa, una novela de Pedro Almodóvar. De vez en cuando soltaba una carcajada y alguna oveja levantaba la cabeza y volvía a echarse.
Ya había pasado todo. Eso era una afirmación extraordinaria y afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias. Y tenía esa prueba? La prueba extraordinaria? Claro que sí. Sobre su cabeza, o mejor dicho su cabeza era la prueba. Su cuerpo todo era la prueba. Minotauro viviendo en la Patagonia argentina, la última porción de tierra ganada para la civilización y la modernidad y la razón. Ahora con él volvía la barbarie. La naturaleza volvía, lo irracional caminando por la antigua tierra de los mapuches. Sarmiento hubiera dicho de él lo mismo que de los gauchos y de los indios. Él era ahora otro elemento perturbador del orden y del progreso. Sacudió la cabeza. Y se dejó invadir por el olor de la tierra que todo lo tocaba.
La naturaleza mantendrá siempre sus derechos y, finalmente, prevalecerá sobre cualquier razonamiento abstracto. Dijo Ismael, mientras dejaba sobre la mesa el libro y miraba el río cortando el valle. Si fuésemos un yuyo, una rama, un pedazo de tierra dejaríamos de pensar y ya no habría errores. El pensamiento es la gran broma que Dios creó, le dio forma de cerebro y la metió, divertido y socarrón, entre nuestras orejas, luego cerró la tapa y se sentó en su eternidad para ver la comedia que representamos a diario. Pensar, pensar, pensar.
Sorbió el resto de café y fue a la habitación en busca de su mochila. Estaba debajo de la cama, la abrió y fue sacando con cuidado los libros, dejándolos encima de la cama. Por fin dio con el que buscaba: Tratado de la naturaleza humana, de David Hume. Estaba todo subrayado con lápiz. Buscó ávido entre las hojas hasta que dio con el párrafo que necesitaba. Se sentó chinito en el piso de madera y leyó en voz alta “pero, aunque nuestro pensamiento aparenta poseer esta libertad ilimitada, encontraremos en un examen más detenido que, en realidad, está reducido a límites muy estrechos, y que todo este poder creativo de la mente no viene a ser más que la facultad de mezclar, trasponer, aumentar o disminuir los materiales suministrados por los sentidos y la experiencia”.
Sí, para Hume el conocimiento viene de las impresiones que nos deja la realidad en nuestros sentidos. Eso es el pensamiento. Y no le servía. No. Seguía estando allí. Y ni hablar Descartes, pensó Ismael. El tipo con solo pensar descubre que Dios existe y es más, que gracias al pensamiento él mismo existe. Cogito ergo sum.
Por qué carajos no me dediqué mejor a otra cosa. Escribir libros, vender esos libros. Leer, leer y leer para que la cabeza no se oxide y yo no me oxide y la puta madre que lo parió.
Ismael, estabas acá, dijo el viejo. Sí, Antonio, me buscaba para algo? Sí, te animás a agarrar la Ford e ir hasta el pueblo a comprarme una cinta de goma para la máquina del agua? Se me rompió esta mañana y quisiera arreglarla hoy. Sí, Antonio, no hay problema. Las llaves están colgadas detrás de la puerta grande, fijate que tienen una soguita azul. Ah, Ismael, otra cosa. Si podés acercate a la tienda esa donde venden perfumes y coloretes y traele un esmalte de uñas a Vilma, ella no me lo pide pero sé que de vez en cuando le gusta andar así, con los dedos coloreados.
Afuera el sol brillaba intensamente, por eso Ismael se llevó la mano derecha como visera a los ojos. La Ford estaba dentro del granero. Era roja y brillaba. De bruces un pensamiento golpeó la cabeza de toro de Ismael, con la violencia de una piedra arrojada con gomera. Se detuvo en seco, bajó la mirada y se quedó contemplando sin sentido la llave. La llave en su mano. La giraba, acariciaba la llave.
Una decisión es una llave que abre cualquier puerta, se dijo. Dudar es morir. La duda es la muerte. Empezó a recordar algo. Algo que no era sino un pronombre personal en tercera persona del singular femenino. Ella. Ella? Ella. Ella no duda, por eso se puso más fuerte. La duda es debilidad. La duda hace que revises una y mil veces tus decisiones y que al final cualquier determinación que tomes te resultará falsa y ahí es cuando viene el miedo. No es miedo a estar solo o andar triste. Es el miedo a estar equivocado y eso es producto de la duda. No la duda cartesiana que de algún modo es una duda resorte, una duda que expulsa al sujeto de la inacción a la certeza de lo claro y lo distinto.
No, Ismael, el gran enemigo de tu humanidad es la duda estúpida, la duda de no creer en vos mismo, de sentirte todo el tiempo en falta, como si debieras darle al mundo girones de tu carne para que no murmure a tus espaldas. Por otro lado, Ismael, se dijo Ismael, el mundo siempre murmura y murmurará a tus espaldas. Hagas lo que hagas. Digas lo que digas. Porque el mundo es esencialmente narrativo, el mundo está lleno de bocas que dicen, de huesos que cantan, de flores que no saben refrenar su lengua.
Sobre todo tomá una decisión, aferrate a ella como si fueras un náufrago en mitad del Pacífico una noche de tormenta y solo tengas a mano un trozo de madera: ese trozo de madera va a salvarte, tarde o temprano te llevará a una orilla, cualquiera será buena y ya no estarás haciendo puchero medio vivo, medio ahogado, en mitad del océano.
Entró al granero, acarició el picaporte de la Ford, subió, metió la llave y mientras escuchaba a los Guns N´ Roses a todo volumen, iba por el camino, el único camino, levantando el polvo de las eras. El paisaje se desdibujaba detrás de las ventanillas.

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