no sé desentrañar los misterios del mundo.
no hay metafísica en el silencio
ni en el llanto
ni en la risa
ni en el pentagrama rojo
con que el pájaro
cicatriza
el
cielo.
me asombro de oír gritar a un sapo dentro del arroyo.
me asombro del niño
en
su
bicicleta.
me asombra la cucaracha.
y no encuentro otro modo de nombrarla
que no sea ese: cucaracha me gustás
en el nombre estás desnuda
yo no puedo
no sé desentrañar misterios
y ante el cosmos me quedo con la boca abierta.
miro mis manos
me extraña su movimiento
miro mis brazos
y mis piernas
y me extraña no ser un pulpo
un crustáceo
cuánto daría por no asombrarme ante el cajero automático del Banco Provincia.
por ejemplo.
cuánto por no asombrarme cada vez que llueve y con la misma lluvia.
la mismísima gota de agua.
cuánto por no asombrarme cada noche de las noches
y cada luna de las lunas que naufragan.
camino por el mundo
como una niña camina
dentro de un bazar
de
juguetes.
a veces me parece mentira no poder arrancar un árbol para escarbarme los dientes.
todo es hermoso
cómo no asombrarme de las palabras y de los ríos
y de los semáforos
y de los peces que se aman
y de la hoja machucha que busca su intemperie
y de los cangrejos que suspiran por las sirenas
y del nombre de una mujer que muerde las raíces del agua
y de los cactus que crecen en los desiertos donde nada crece
y de mi propio nombre atravesando el lenguaje como una calle bajo la garúa
y del leviatán varado en los ojos de un niño que mira el mar y lo comprende/

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