para que amemos el olor de los limones
he venido esta tarde.
podrá resultarte una injusticia
una mentira
una vulgar falacia pero te juro, amor mío,
que solo he venido
para que amemos el olor de los limones.

nosotros que hemos amado todo
que hemos tocado todo lo que lleva un nombre encima
no hemos, sin embargo, nunca
amado el olor de los limones.

y como si fuese un conjuro mágico
creo
he llegado al convencimiento
de que debemos hacerlo
para, al fin, olvidarnos.

nos ha quedado pendiente esa argucia de la naturaleza
ese ojo del color de los puertos cuando los toca el alba
esa redondez por la que andan colibríes y mariposas.

he venido con esta canasta de limones, amor mío,
para que juntos, esta tarde, los olfateemos.
debemos llenarnos la carne con el olor azul de los limones
nos deben quedar en la mano las sangres ácidas de los limones,
porque de otro modo, no podrás, no podré olvidarte.

he venido esta tarde
aunque te resulte una impudicia
el tiempo y la barbarie violenta de los días y la lluvia melindrosa
contra nuestros pájaros, amor mío,
para que amemos el olor de los limones/

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