gusto de pasear hasta el arroyo
por la calle de tierra
cuando llego a la intersección con el chalet de la señora Gívori
debo dar un salto para cruzar un breve abrevadero
siempre junto dos o tres piedras del camino
para arrojarle a los mismos perros que me ladran cuando paso
es como una escena cómica que repetimos a diario
ellos muestran sus caninos
yo les muestro las piedras
ellos ladran
yo se las arrojo
uno siempre sale quejándose y se mete dentro de la propiedad donde vive
el arroyo cruza City Bell y me parece que también parte de Tolosa
y seguramente algún niño de Punta Lara arroje en su cuerpo líquido
alguna rama, algún brazo de muñeca lacerada.
y soy feliz de ese modo, me acerco al arroyo, contemplo sus piedras
miro sus pájaros
saco de mi bolso algunos libros y allí me quedo,
el arroyo es devorado por el Río de la Plata y eso está bien.
siempre somos devorados por alguien.

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