te miro, sentada a la mesa
y no necesitás siquiera de tu sombra
no pedís ni la luz de una lámpara
ni el ala de una mariposa

te miro
y sos hermosa desde la silla hasta el techo
tenés el aire de los conejos cuando se enamoran
tu pelo se parece un poco a la lluvia

miro tu color a tiempo
tu boca por donde se asoma un ojo del silencio,

de pronto miro también mis manos de titiritero
y sonrío porque ya no hay hilos en ellas
porque están abiertas, ventana a ventana,
están manchadas del rojo de tu vida
y me siento con suerte para nombrarte esta noche

humilde y dulce
no necesitás siquiera un par nuevo de zapatos
ni entrar a tienda alguna
no pedís sino el amor, el breve indemne amor,
una mano te alcanza en la sombra de la belleza

te miro, acodada a la mesa,
me acerco a vos, apoyo la cabeza en tu regazo
alguien reanuda en mi corazón la construcción de
tus pirámides/

No hay comentarios:

Publicar un comentario