debemos suponer que la lluvia
no tiene la culpa
ni las puertas que se golpean el pecho
ni las estatuas que se quedan a solas
a la hora en que un ángel ciego
arroja sobre el paño
las últimas monedas y no obstante
deberemos suponer que no somos
que no tenemos la culpa
del tiempo
y sus paraguas
y sus rodantes cicatrices y mañana
apenas abramos los ojos
habrán pasado los camiones de basura
habrá muerto un hombre de frío
en el tercer piso
de una construcción abandonada pero
no tendremos la culpa
nunca tendremos la suficiente culpa
para cerrar los ojos
y llorar jabalíes del tamaño de un puño/

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