naves interplanetarias/

mi papá me pasaba a buscar
por cierta esquina de Ramos Mejía
detenía el colectivo que siempre iba cargado
subía
le daba un beso
y me sentaba adelante
en un lugarcito pequeño
desde allí lo miraba
me imaginaba que mi viejo era una especie
de comandante espacial
que la nave estaba llena de alienígenas
que debíamos transportar a un lejano punto
de la galaxia.

me gustaba mirarlo
girar el volante
manejar esa ballena metálica
por calles tan angostas
de vez en cuando el timbre
y algún alienígena se bajaba.

recorríamos con la nave casi La Matanza
que es el diente más pobre
de la avarienta Buenos Aires.

mi viejo tiraba los ojos allá contra el camino
yo iba mirando las casitas cada vez más precarias
cada vez más chiquititas

y miraba hacia la ciudad que quedaba atrás
y los altos edificios me
parecían robots a quienes habíamos logrado
engañar.

miraba también
la ropa de los niños
la cara de las niñas
el cansancio imposible en la sombra de las mujeres
y de los hombres
esos pobres
esos alienígenas de los barrios
de la avarienta Buenos Aires.

creo haber aprendido más sobre sociología
acompañando a mi viejo en el colectivo
que en los libros de la facultad...


pero cómo admiraba ver
los brazos fuertes de mi papá
con la camisa arremangada
laburante
y las manos férreas sobre el volante:
mi viejo, el comandante más hermoso
de la galaxia.

cierta tarde en que tomábamos matecocido en el patio
le pregunté por qué era colectivero
él me miró serio
apoyó el jarrito sobre la mesa
y me dijo al oído
"porque siempre me gustaron las naves interplanetarias"

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