sería necesario aprender a mirar una hoja de otoño.
cerrar los párpados con la involuntaria
alegría de los ojos.
mirar una sencilla hoja de otoño como si fueran las manos
de la madre que vuelve de la muerte antojadiza.
porque si algo hay caprichoso obstinado en el mundo es
la de los huesos helados. qué tontería. cierto.
pero uno debiera necesariamente aprender
de todo corazón
sin perspicacias ni acertijos de la mala suerte
uno necesariamente debiese aprender a mirar sin desvaríos
de hipopótamo en celo
por una vez al menos
una hoja de otoño en el sentido más elemental del término.
mirar esos árboles que en el silencio de la tierra crepitan
como si el alma de una piedra pudiera contenerles el asombro
o divagar a penas en la cornisa filantrópica de los mapas
que esconden subrepticias las bocas mojonas de la mujer que
uno aprendió a mirar como se deben acaso mirar
las cosas que se aman desde lo más prosaico de uno mismo
cerrando involuntariamente los párpados
con la alegría desmesurada de
haber aprendido a mirar con las manos lo que vale la pena/

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