hay un arroyo en City Bell
que corre silencioso
abnegado
como si fuera el alma de un niño triste
lo cruza un puente de madera
al puente lo cruzan los perros al atardecer
cuando llueve el arroyo crece
y le nacen sapos en las orillas
se llenan de sonidos verdes sus lagrimales grises
con mi hija lo visitamos a menudo
llevo de mi mano su infancia
ella lleva en sus manos un colador de cocina
bajamos a las piedras del arroyo
a cazar renacuajos
en City Bell casi no hay viento por eso si un
pájaro amasa un trino en el follaje
uno entiende perfectamente su gramática elemental,
Morella llena el balde con agua
yo me lleno los ojos con ese tiempo
en el que ella y el arroyo forman la medida
de mi universo/

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