la realidad era mucho menos escorpiana que sus ojos.
de hecho el árbol que llevaba en sus cabellos me dejaba a pie
y uno era un palomo extraordinario en su bravura.
claro que no siempre había lugar para nosotros:
recuerdo que hubo una vez una cama tan pequeña
que debimos dejar fuera de contexto la mitad de mi sombra
y la mitad de su sexo. un ojo suyo bastará para mi cara.
la realidad no tuvo a consideración otro diptongo que el olvido.

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