empezaba a torcerse un poco hacia adelante
a merodear con su boca la tristeza de los edificios,
afuera de sus ojos el mundo le parecía un pez iracundo
siempre a tiempo de arrebatarle los dientes de
a poco
se dice de a poco sentada en la última butaca del paraíso
al mismo tiempo en que todos los hombres que la han nombrado
con la palabra del millón de estrellas por hora justo hacia delante
se le va la cremallera de entre casa, por qué será se pregunta ya
más allá del bien y del mal, por qué mi nariz tiene parques donde
los adolescentes rompen haciendo el amor las cortezas de
los árboles que nunca aprendieron a socorrer la lluvia,
no habíamos ido jamás a limpiar esos zapatos tan llenos de auroras.

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