cuando a ella le venía el horario de los peces
uno sabía perfectamente que debía decir el agua
exclamar el cometido denso
de
los mares del sur donde habíamos vivido
siempre en consonancia con la piedra de la luna
de vez en cuando su voz se llenaba de leña
y uno acercaba el alma para no andar de muerto de frío
pasaron tantos siglos que ya no recuerdo ni su nombre
solo sé que me mordía con su vientre las manos
y que una vez estuve a punto de cortarme el dedo con sus ojos
sé que me amó perdidamente
perdida
mente así como entra despacio en la ensenada el leviatán inmundo
el tiempo nos fue lavando las orejas
nos fue enjuagando las lenguas
a lo mejor por ese motivo hoy le prendo un par de velas
a ella
que no sé si anda teniendo hijos o pariendo libros o haciendo
mimeógrafos con el viento que siempre anda asesinando cabras
éramos algo así como dos llaves con un poco de lluvia y pero/

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