era cuestión de vida o muerte
sin embargo te me hiciste fuerte, Solcito,
cuando hubiésemos necesitado
los dos
abrazarnos con premura y, en silencio,
mirar de reojo cómo seguía de largo
sin que nos olfatee las nalgas
el acechante perro sarnoso que es el orgullo/

No hay comentarios:

Publicar un comentario