una vez dijimos que el río
permanecería intacto, una vez cuando
el demiurgo ciego y furioso nos apoyó en
el hombro la soga con que liaba los
días y las noches y el enfermo carmín
de las hamacas donde todavía un niño
se quita de a uno los huesos para
encontrarse el alma, una vez dijimos
que el río no nos comería los ojos,
adiós al niño que soñamos, acaso el
demiurgo furioso y ciego esté
descostillándose de la risa
a tu costo y al mío/

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