no es que fuéramos ocasionalmente esa dolencia
exagerada de los números en líneas paralelas,
si apenas sí cubríamos con nuestras pobres redes
la extensión geométrica con que el día y la rabia
se empeñaban en sus diademas con tu sola voz
y con mi solo traje de pájaro resfriado y solo,
pero no bastaban las puertas desgarrándose ni el
artilugio pedestre de los caracoles azules y menos
aún un teléfono imposible sonando y dando de
patadas en una habitación mojada al noroeste de
un caserón vacío como el ojo de una llave inútil,
sabrás que mientras la lluvia deponga en la terraza
su pezón de invierno yo te estaré buscando la boca
te buscaré los dientes con una hoja de láudano entre
las cejas por si nos faltan fuerzas para romper a
mazazos los picaportes con que el tiempo y sus
tías avejentadas intenta, Mínima Luna Mía, copiar
sobre el asfalto de una avenida mordida por la
angustia de sentir el estómago lleno de calandrias
tu carita inalámbrica meciéndose en mi memoria/

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