no era verdad que el agua nos tocaría
para siempre las manos y que los envoltorios de
cigarrillos servirían para construir balsas con las
cuales nos iríamos para siempre a buscar el
cielo al otro lado de aquello que nombramos
horizonte o límite vertical del invierno, no era
cierta la manija de esa maquinaria que nos dejaba en
la boca una lámpara o una sombra esquelética del
tiempo mientras no éramos aún culpables todavía de
haber atropellado con la mirada las cosas que
creíamos ganadas para siempre, definitivamente no
era cierta aquella hendija por donde nos asomábamos
a vernos desnudos y donde un espejo, tu solo espejo,
me devolvía o te negaba una mano que regresaba siempre
a decirnos adiós, lluvia o lámina en que vos apenas de mí/

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