mi nombre olía a mar
mi corazón boqueaba de ojos abiertos
diáspora errante en que Dios dormía
todo enmudecía a pesar del aire
y a pesar de buscarte no reconocía
el elemento rojizo que te desnudaba
tu rostro fue una epifanía de humo
en realidad crecías junto a las olas
de boca a la tarde, desardida estrella,
yo te estremecía y era ajena tu hora
hasta que tu reloj y el mío
dieron el cielo en punto
sin un segundo de atraso/ 

No hay comentarios:

Publicar un comentario