poema de la hora derretida ...

hace calor en City Bell
las chicharras están como locas
tengo seis o siete botellas de agua vacías
sobre la mesa
algunos libros de poesía para no perder la
costumbre
dejé tres ventanas abiertas
el sol no tiene la culpa de mis laberintos
voy a la cama
me tapo hasta las orejas
pienso y despienso un rostro y un desrostro
cuántos caminos hasta llegar al olvido?
cuántos cigarrillos me romperán los pulmones?
cuántas nuevas profundas e invisibles cicatrices
me cruzarán el rostro
que solo yo sabré ver con exactitud?
miro la calle de piedras grises desde la ventana
escucho ladrar los perros
ellos también tienen su historia
hace calor en City Bell
las cosas se achicharran como en un microondas
como en una pintura surrealista las sillas
los cuadros
los relojes
mis propias manos
se derriten
y apenas conservan una forma
no menos espantosa que el rostro deformado
de una madre en su ataúd 
leo dos o tres versos de una poesía que me recuerda
que yo
alguna vez
también tuve una estrella semejante a mí
una noche equitativa a mis sombras/

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